Por un lado nos encontramos con arte: un concepto más
cercano y conocido para cualquier persona y que lo remite a una actividad o
producto realizado por el ser humano con una finalidad estética o comunicativa.
Al hablar de arte se piensa en obras de arte como "La Mona Lisa". También se puede pensar en
la idea de artista como lo fueron Van Gogh, Dalí, Picasso, o una más cercana a
Argentina, Marta Minujín. O incluso espacios representativos del arte como son
los museos o las galerías.
Por otro lado, la palabra ciber resulta un tanto más extraña. Es relativa a cibernética y se
define como la ciencia que estudia la construcción de los sistemas electrónicos
y mecánicos a partir de su comparación y relación con los sistemas de
comunicación y control de los seres vivos. Una ciencia para “desarrollar un
lenguaje y técnicas que nos permitirán abordar el problema del control y la
comunicación en general”.
La unión de estos dos conceptos, la composición entre
ciber+arte da como resultado una clase o forma de arte promovida por la
generación de interfaces entre la tecnología, la comunicación y el arte. Es
arte cibernético. Un producto realizado por medios tecnológicos y digitales. Es
una obra que es creada, programada, y el artista es ahora llamado ciberartista.
Reconocer en el ciberarte a una nuevo producto o actividad con una finalidad estética o comunicativa, deja en evidencia el cambio de paradigma con respecto a lo que se entiende tradicionalmente como arte. Pero es precisamente el siglo XXI, el de la era digital, el escenario que permite la transformación o evolución de conceptos o formas clásicas e incluso la traducción de lo conocido a un lenguaje nuevo: el lenguaje cibernético.